miércoles, 15 de abril de 2009

LA HUMANIDAD CREADORA O DESTRUCTORA

LA HUMANIDAD CREADORA O DESTRUCTORA?
La actividad humana, a lo largo de nuestra “corta” existencia como especie, ha producido numerosas transformaciones en los diferentes ecosistemas naturales. Es conocida la generalizada destrucción de espacios vírgenes, en todos los rincones del planeta, que ha conducido a la irreparable pérdida de numerosas especies, tanto vegetales como animales. Igualmente son perfectamente conocidas las grandes alteraciones que hemos ocasionado en los ciclos generales de la biosfera, las graves consecuencias de la contaminación ligada a los procesos industriales, la sobreexplotación a que sometemos los distintos recursos biológicos o el despilfarro incontrolado de materias primas no renovables.
Así pues, hemos de reconocer, con tristeza y con vergüenza, que el balance de nuestro paso por el
planeta es verdaderamente nefasto, al menos hasta el momento presente y en lo que concierne a
nuestras relaciones con el resto de los seres vivos. Nuestro comportamiento, y principalmente el de lasúltimas décadas, sólo puede calificarse de irresponsable, temerario, caótico y suicida.
COMO INGENIERA Y DOCENTE siento el peso de mi parte de culpa, por acción u omisión, en el proceso.Estoy convencida de que una buena parte del fundamento de la filosofía que puede dar lugar a las posibles soluciones se encuentra en lograr un convencimiento individual de que es necesario un cambio radical en el comportamiento de cada sujeto..
es de resaltar que Desde hace unos miles de años, a medida que el hombre iba dominando la agricultura y creciendo en población, han ido surgiendo unas formaciones herbáceas artificiales constituidas por un reducido número de plantas en forma de monocultivos: son los campos de cereales. Con origen en el extremo oriente, el trigo, la avena, el centeno, la cebada, etc. han ido tomando posesión de enormes superficies en todo el planeta. Poco a poco fueron apareciendo semillas más grandes y generosas que las que antes proporcionaban las gramíneas silvestres, como consecuencia de la forzada selección artificial que conducía el agricultor.
Es claro que aparecía un nuevo “nicho ecológico” que rápidamente sería aprovechado por las aves y otros animales granívoros. Las avutardas, tórtolas, alondras, trigueros, ratones, infinidad de insectos, etc. encontraban una fuente de alimentación nueva y ventajosa.
Así, el proceso de desarrollo de la agricultura implicaba, junto a la lógica destrucción del paisaje natural, la aparición de un biotopo nuevo: los campos de monocultivos cerealistas. Es decir, que se producía un cambio brusco en las condiciones naturales del biotopo y de la biocenosis vegetal. Y esta transformación resultaba en unos casos negativa –para aquellos animales más especializados en los modos de vida del ecosistema antiguo– y en otros positiva –para las especies granívoras y para sus depredadores–. Hay que recordar también que las plagas son propias de las grandes superficies cultivadas.
El proceso, en conjunto, representa un retroceso evolutivo (un rejuvenecimiento del ecosistema, entérminos ecológicos) que va acompañado de una disminución de la diversidad, de la estabilidad y de la biomasa; pero, evidentemente, aumenta la relación producción primaria/biomasa total en el simplificado y artificial ecosistema, lo que permite una explotación en beneficio del hombre.